Por G.M. Trevelyan.
"Fue una victoria de la moderación, no una victoria las pasiones de los whigs o tories. Fue la victoria de espíritu y la mentalidad de los ingleses. Fue en su esencia la victoria sobre el fanatismo político y religioso.
Durante aquel bendito respiro entre la Revolución inglesa (1688) y la Revolución francesa (1789), los ingleses aprendieron el difícil arte de conllevarse mutuamente. Y el rey y los súbditos, los gobernantes y los gobernados aprendieron también a sujetarse a la ley, en la más jurídica de las épocas.
Estas costumbres de tolerancia y respeto a la ley echaron onda raíces en el alma inglesa durante los cien años que siguieron a la revolución, y tuvieron sus efectos cuando empezaron las inquietudes de una nueva era, con el movimiento democrático, con la Revolución francesa y los problemas sociales de la Revolución industrial. La costumbre de respetar los derechos constitucionales actuó como freno ante la reacción antijacobina e hizo que los movimientos extremistas y obreros se deslizaran por causes legales y parlamentarios.
La Revolución dio a Inglaterra una libertad jurídicamente ordenada y a través de ella le dio su poderío." ( Trevelyan: 1996: p.186)
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