domingo, 25 de abril de 2010

LA MONARQUÍA ABSOLUTA

Luis XIV y sus descendientes


MONARCAS Y GOBIERNO
EL SIGLO XVIII casi tanto como el XVII, fue una época de reyes. Todos los grandes estados europeos eran monarquías. La política interna de la mayoría de ellos, en su nivel más alto, giraba alrededor de con­tiendas entre facciones en competencia para lograr acceso al soberano e influir sobre él. Las relaciones internacionales estaban profunda y a veces desastrosamente determinadas por las pretensiones .dinásticas opuestas de las familias reinantes, pretensiones que son el fondo de las guerras de sucesión que tanto ocu­pan en la historia del periodo.
La mayoría de los contemporáneos daban por sentado que la monarquía hereditaria era la más natural y, por consiguiente, la más efectiva de todas las formas de gobierno. La anticuada analogía que equiparaba las relaciones entre el rey y la gente con las que existen entre un padre y sus hijos, todavía tenía un significado real para los hombres y mujeres comunes de toda Europa. En particular se suponía que la monarquía era el único tipo de régimen por medio del cual se podía gobernar a un Estado grande, o que estuviera en rápida expansión. Por supuesto. que los reyes podían ser egoístas, perezosos débiles. Po­dían otorgar su confianza a ministros que no la me­recían, o desatenderse imperdonablemente de los intereses de sus súbditos. Sin embargo, en la Europa del siglo XVIII, una monarquía fuerte parecía ser el requisito previo de todo un Estado poderoso y el principal motor del progreso.

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