DESDE TROYA HASTA ROMA
Por Marién Espinosa Garay
Cuando la hermosa fenicia Dido, reina de Cartago, se enteró de la llegada de unos forasteros a sus playas se llenó de temor. Sin embargo, pronto supo que aquellos náufragos eran en realidad los troyanos sobrevivientes del terrible incendio de lIión. Entonces descubre que el héroe Eneas, hijo de la diosa Afrodita, se encuentra entre ellos, y encendida de curiosidad decide invitarlos a cenar en su palacio. Una vez que han terminado los manjares, solicita al jefe de los teucros, que así se llamaba también a los troyanos, le cuente los pormenores de la caída de la gran ciudad. De esta manera, Eneas relata la tragedia entre suspiros de dolor.
Refiere que Laocoonte, un astuto compatriota, indignado ante el poderoso caballo de madera que había sido apostado por los griegos a las puertas de la ciudad, lanzó advertencias a sus paisanos, previniéndolos de introducir aquella máquina terrible a la plaza. Alegaba que seguramente era una trampa, y hasta golpeó con su lanza varias veces al monstruoso animal. Pero desafortunadamente el dios Poseidón estaba a favor de los griegos y en contra de Troya, por lo que mandó dos enormes serpientes que salieron del mar hasta la playa, y éstas maltrataron al asustado Laocoonte y a sus hijos, Entonces todos creyeron que debían obedecer sin chistar la voluntad de los dioses.
Por lo tanto, los troyanos rompieron una sección de la muralla para dar acceso al tremendo caballo. Esa noche, mientras los griegos salían del vientre del animal para abrir las puertas a sus ejérci.tos, Eneas contempla en sueños la imagen del gran Héctor, quien le aconseja huir de la ciudad para salvar a la raza dardania. Sin embargo, en las calles el combate ha comenzado, aunque todo esfuerzo es inútil. El relato de la destrucción de la gran lIión es estremecedor.Después de luchar sin resultado, Eneas logra hacerse a la mar, salvando a su padre y a su hijo, así como a un grupo de fieles servidores. Y después de varias aventuras, el dios Apolo le manifestó que, a pesar de los contratiempos, estaba destinado a fundar un magnífico imperio llamado Italia. Además le aseguró que sería padre de una gran raza, la latina. Pero el iracundo dios de los mares, Poseidón, desató una furiosa tormenta al paso de las naves troyanas, por lo que la flota encalló en las playas de Cartago. Con esto termina su relato el paladín Eneas, manifestando también que en esos momentos se encontraba triste, pues su padre Anquises había muerto, incapaz de soportar por su avanzada edad tantas peripecias.
Muy a su pesar, pues se conservaba fiel al recuerdo de su difunto marido, la reina Elisa, que así también se llamaba Dido, comienza a sentirse enamorada del valiente Eneas. Se abstrae en sus fantasías, imaginando que ambos podrían hallar compañía en su mutua viudez. Confía a su hermana estos asuntos, y ella le anima a casarse con el troyano.Pero la reina está tan enamorada que se olvida de gobernar. Sus enemigos, y hasta sus amigos murmuran que ha perdido el juicio. Los antiguos pretendientes que habían sido rechazados se sienten ofendidos. Por su lado, Eneas ha descuidado a sus ejércitos, pues los soldados troyanos se dedican a la haraganería y al chisme. Entonces el dios Zeus, indignado, manda al mensajero dios Hermes para recordar al olvidadizo Eneas que debe llegar a la península itálica a fundar un gran imperio, por lo que es necesario abandonar la tierra de Cartago y olvidarse de la enamorada reina.Eneas no se atreve a despedirse de Elisa, por lo que manda a preparar las naves para zarpar al amanecer. Ella observa el súbito movimiento de los ejércitos troyanos y cómo los barcos son arrastrados de las arenas y lanzados a las aguas. Entonces se enfrenta a Eneas. Éste alega que no es su voluntad abandonarla, sino el mandato de Zeus. y sin conmoverse por el dolor de la reina, Eneas aborda las naves y se hace a la mar. La reina Dido muere de amor.Eneas prosigue su viaje. Triste y confundido, decide descender al reino de los muertos para hablar con su padre. Allá en lo profundo del Hades, Anquises le muestra las almas por nacer, y le presenta aquellos reyes que nacerán de Ascanio, el pequeño hijo del héroe. También asegura que llegarán a convertirse en padres de un Imperio como no ha habido otro igual.
Cuando al fin desembarcan en Italia conocen al rey Latino, a quien las antiguas profecías le habían vaticinado que llegaría del mar un príncipe quien, casado con su hija Lavinia, sería tronco de una gran raza. Pero la esposa del rey Latino no mira con buenos ojos al aguerrido troyano, sino que prefiere al antiguo pretendiente de su hija, llamado Turno. Y enloquecida, la reina huye a los bosques, llevando a la joven Lavinia para impedir las bodas que ordena el rey. Enojado, el soberano se encierra en sus habitaciones. Entonces el pretendiente desdeñado Turno reúne un gran contingente de amigos guerreros para enfrentar a Eneas y su ejército.
La diosa Hera, ahora llamada Juno por los romanos, odia a los troyanos desde que perdiera aquel ya tan pretérito concurso de belleza ante Paris Alejandro, por lo que ayuda a Turno. Al troyano, por su parte, le ayuda su madre Afrodita, también llamada Venus, quien le regala una hermosa armadura realizada nada menos que por el dios Vulcano. En los dibujos del escudo están representadas todas las historias y leyendas de la consolidación del Imperio Romano.Los combates entre Turno y Eneas son largos y terribles, pero en el Olimpo Júpiter, que así llamaban a Zeus los romanos, le exige a su esposa que deje de auxiliar a Turno, pues el vencedor debe ser Eneas. Juno acepta, pero pone como condición que, aunque ambas razas se fundan, los descendientes sean llamados latinos, y que en Roma se levantará una gran ciudad, cuna de un Imperio sin paralelo en la historia.Turno y Eneas se enfrentan en singular combate, y el héroe troyano resulta vencedor. Ante la derrota, Turno reconoce su fracaso y accede a que su enemigo despose a Lavinia.
Y seguramente que el poeta Virgilio nos hubiera brindado un maravilloso recuento de las bodas del héroe, de no ser porque aunque ya llevaba once años de trabajo, el autor murió sin terminar de escribir esta obra. Es más, pidió que el manuscrito fuera quemado. Afortunadamente el emperador Julio César Augusto no lo quemó, sino que, reconociendo una obra inmortal, lo mandó copiar y publicar como un tesoro para las siguientes generaciones.
Con este relato termina el ciclo de narraciones que son parte fundamental de la literatura occidental, y que ha inspirado a artistas y escritores de todos los tiempos para realizar obras inmortale
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