miércoles, 3 de febrero de 2010

Edith Hamilton

Durante cien años, Atenas fue una ciudad en la que las grandes fuerzas espirituales que había en la mente de los hombres fluyeron juntas en paz; la ley y la libertad, la verdad y la religión, la belleza y la bondad, lo objetivo y lo subjetivo: hubo una tregua en su eterna guerra, y sus resultados fueron el equilibrio y la claridad, la armonía y la plenitud, lo que ha llegado a representar la palabra griego. Vieron ambos lados de la paradoja de la verdad, sin dar predominio a ninguno de ellos, y en todo el arte griego hay una ausencia de lucha, un poder reconciliador, algo apacible y sereno que el mundo no ha vuelto a ver desde entonces.

Edith Hamilton
, El camino de los griegos, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 2002

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